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Miss Andrea Gómez:
Uno de los aspectos fundamentales en la formación de un niño está referido a la autonomía. ¿Qué es, por qué es importante, qué podemos hacer desde el hogar o la escuela? Miss Andrea Gómez, del Dpto. Psicopedagógico del Colegio Santa Margarita, nos da respuestas sobre este trascendental tema.
¿Qué debemos entender por autonomía en el desarrollo de las personas?
La autonomía viene a ser la capacidad de gestionar, desde nuestros propios recursos, los diferentes aspectos que se nos presentan en la vida. Se va desarrollando de manera progresiva, desde que somos pequeños, y aun siendo dependientes de nuestros padres. Hay que tener claro que tener autonomía no significa resolver todo solos, sin apoyo, sino, más bien, hacer, elegir, tomar decisiones y asumir las consecuencias de las mismas; y esto podemos hacerlo desde muy temprana edad, acompañados por nuestros padres o cuidadores. Por ejemplo, un niño de tres o cuatro años, puede elegir qué color de ropa ponerse, qué juguete llevar al parque o qué cuento le gustaría escuchar a la hora de dormir. Podemos darle un par de opciones y dejar que él elija.
¿Cuál es el rol juegan que los padres y la escuela para formar niños autónomos?
Ambos juegan un rol muy importante. Es en casa, con la familia, donde el niño, si se lo permiten, empieza a desarrollar sus primeros hábitos de autocuidado, como vestirse solo, asearse, comer solo, o prepararse un snack; o de responsabilidades familiares, como poner la mesa, lavar su plato, regar las plantas o darle de comer a la mascota. Eso le enseña también a pensar en los demás y a sentir que lo que está haciendo es importante para todos. Es en el hogar asimismo donde el niño empieza a hacer sus primeras elecciones, a tomar sus primeras decisiones y afrontar las consecuencias de estas. Y, en la escuela, espacio donde el niño pasa una gran cantidad de tiempo, también tendrá múltiples oportunidades de crear, elegir, de caerse, levantarse y aprender de esa experiencia. Si ambos, padres y escuela, no están alineados en la formación del niño, difícilmente este se desarrollará de manera óptima: bajo un mismo mensaje, coherente y con sentido, que lo guíe y acompañe en su crecimiento y en lo que le vaya tocando enfrentar. Por ello, considero que un niño será autónomo si, como cuidadores, se lo permitimos.
¿Cuáles son las actitudes más frecuentes de los padres, relacionadas a la autonomía de sus hijos?
Yo creo que una característica frecuente en los padres es el querer protegerlos del error, de equivocarse, caerse o frustrarse, donde justamente se da el aprendizaje. Y, por tanto, algunas veces prefieren hacer las cosas por ellos, buscando ayudarlos o queriendo resolver rápidamente algo. Con ello, sin querer, se les da un mensaje de “tú aún no puedes solo, no eres capaz, necesitas siempre de mí (o de otra persona)”. Pasa también que, con la mejor intención, buscan que su hijo resalte, que haga las cosas ‘mejor’ o más rápido que los demás, dando sin querer el mensaje de “todavía no lo estás haciendo bien, deberías hacerlo mejor”. Y, finalmente, podrían ser necesidades de los propios padres y no del niño, quien, sin darse cuenta, empieza a actuar según lo que sus padres esperan que haga; y más adelante hará las cosas según lo que sus amigos, pareja, o el sistema esperan, sin contar con el hábito de mirarse a sí mismo y decidir desde ahí dentro.
Ahora que las clases son a distancia, ¿cómo podrían actuar los padres?
Ayudándolos a ser más autónomos, progresivamente. Acompañándolos, pero sin interferir en su proceso de aprendizaje. Por ejemplo, cuando el niño escucha una pregunta de su Miss, su cerebro automáticamente empieza a buscar una respuesta entre ‘los archivos’ de sus saberes previos. Si en ese momento le dan la respuesta, se interrumpe ese proceso de pensamiento, en el que muchas neuronas están haciendo sinapsis y que son fundamentales para su desarrollo cognitivo, que aún sigue en evolución -si su entorno se lo permite-. Es muy importante que sea el niño quien deba alistar sus materiales para la clase, limpiar su espacio de trabajo y guardar sus cosas. Si aún no logra hacerlo solo, pues sigamos trabajando y perseverando en ello.
¿Cómo se puede apoyar en casa a los hijos adolescentes que no tienen una autonomía bien cimentada?
Creo que se puede empezar por mirar al hijo y ver qué necesita para gestionarse por sí mismo. Si algo no puede hacerlo solo, y por su edad cuenta con la capacidad para ello, hay que reflexionar qué pasó, quién lo viene haciendo por él. Si le cuesta mucho tomar decisiones, ¿en algún momento se le consultó qué le parece esto o aquello? ¿se le propuso elegir, o se le acostumbró a recibir indicaciones y a tener que solo seguirlas por obediencia? Resolver estas preguntas puede ser importante, no para juzgarnos como padres, sino para encontrar dónde hacer el cambio. Pero siempre empezando de a pocos, de manera progresiva, con objetivos concretos pero realistas, que sean alcanzables para ellos.